Entre los nubarrones que se veían en el horizonte, el principal y más importante citaba lo que nos ha ocupado y preocupado los últimos dos años, la crisis sanitaria provocada por el covid19. Sería muy complicado para la economía sufrir una nueva ola y la no superación de la pandemia. En este sentido, me sentía optimista dadas las informaciones que llegan desde el sector e instituciones sanitarias.
El gran incremento de los precios, y su persistencia en el tiempo, cuyo principal causante es el gas y el petroleo, junto con la crisis de suministros era otro de los nubarrones que amenazaban el cercano futuro buen clima económico. En este punto el optimismo provenía de las previsiones de inflación para el año 2023 que descendían hasta porcentajes muy adecuados, por debajo de 1,5%.
Otro motivo de preocupación provenía de las tensiones geoestratégicas en algunos puntos del planeta que podían derivar en graves conflictos. Entre estos puntos calientes citábamos la crisis entre Marruecos y Argelia, con el gas por el medio. También apuntábamos la reclamación de China sobre Taiwuan como punto caliente. Pero sobre todo, el mayor quebradero de cabeza y preocupación se cernían sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania, con la posible invasión del territorio ucraniano.
Por desgracia uno de esos nubarrones ha descargado su lluvia y la tormenta que se ha desencadenado se puede llevar por delante todas las positivas perspectivas que estabamos previendo y esperando tras dos años de pandemia, confinamiento y restricciones.
El desencadenante de esta tormenta la ha provocado el dirigente ruso, ese llamado Putin, que junto a su ejercito van a propiciar no solo una crisis económica, sino un drama entre la población ucraniana.
Creyendo, a pesar de las amenazas, que la diplomacia y la negociación lograrían resolver los conflictos, nos encontramos con una guerra, con una invasión que va a cambiarlo todo.
Es un triste día, mucho más para la población ucraniana. ( Aunque ahora le dicen ucrania).
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